La democracia no es un partido, no es una religión, ni es una ciencia. La democracia es una forma de ver el mundo, la democracia es una cosmovisión.
Las cosmovisiones tienen la particularidad de que conservándolo todo, lo ordenan todo de otra manera; lo que ocurren son transformaciones orientadas por esa determinada forma de ver el mundo: en la forma de explicarse, dirigirse, estar e interactuar. Pero la democracia no es la única cosmovisión. El cristianismo, el marxismo, el islamismo, el capitalismo son cosmovisiones que ordenan el mundo de distintas maneras.
Esto es fundamental para la educación. Cuando se habla de educación para la democracia no se está significando que se van a cambiar las escuelas de una manera de ser, por otra. Hacer transformaciones en educación no significa, con frecuencia, hacer nada nuevo, lo que significa es darle una perspectiva distinta a las mismas cosas que se hacen y en eso consiste la transformación.
Es como cuando una persona se enamora. Se transforma, pero sigue siendo la misma: hace las mismas cosas, pasa por los mismos lugares, se encuentra con la misma gente, pero todo lo ve de otra manera. Simplemente mira su universo desde otra perspectiva, y en eso consiste la transformación.
Si la democracia es una cosmovisión, nadie se la puede dar a una sociedad; la democracia es una decisión que toma la sociedad. Y esta es una decisión que lo afecta todo, que lo pregunta todo: ¿Cómo son las relaciones de una pareja democrática? ¿Cómo son las empresas democráticas? ¿Cómo son las escuelas democráticas? ¿Cómo son las familias democráticas, las instituciones democráticas, las organizaciones democráticas? Esto quiere decir que la democracia, como cosmovisión, como forma de ver e interpretar el mundo, necesariamente afecta a toda la sociedad.
Si la democracia es una cosmovisión, o sea una forma de ver el mundo, la comprensión del concepto de la democracia puede transformar la educación en su totalidad. Es por esto que cuando se habla de educación para la democracia, lo que se está diciendo es que una sociedad que se decide por la democracia debe preguntarse cómo tiene que concebir su educación, cómo tiene que diseñar sus escuelas y lo que allí ocurre, qué transformaciones hay que hacer para formar ciudadanos democráticos y promover una cultura democrática: formas democráticas de pensar, sentir y actuar.
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