Me llamo Martín y estudio en Villavicencio. Soy hijo de colono llanero. Mis padres tienen una finca en el Casanare.
Me gusta el llano. Yo sé de trabajos de vaquerías, de domas de potros, de coleos, de contrapunteos, de coplas, de arpas y de danzas como el joropo y el galerón.
Los galerones se cantaban cuando arreaban el ganado. Un jinete puntero encabezaba la marcha llevando al toro "padrón". Si el toro dudaba al cruzar un río, las reses se arremolinaban y escapaban. Los vaqueros no podían oponerse porque los aplastaban. Entonces seguían a la tropa y comenzaban a cantar. Después de varios kilómetros detenían su canto. Las reses que se habían acostumbrado a escucharlo, cuando dejaban de oírlo se detenían. Los vaqueros volvían a tomar al toro y recomenzaban la marcha.
Los galerones se cantaban cuando arreaban el ganado. Un jinete puntero encabezaba la marcha llevando al toro "padrón". Si el toro dudaba al cruzar un río, las reses se arremolinaban y escapaban. Los vaqueros no podían oponerse porque los aplastaban. Entonces seguían a la tropa y comenzaban a cantar. Después de varios kilómetros detenían su canto. Las reses que se habían acostumbrado a escucharlo, cuando dejaban de oírlo se detenían. Los vaqueros volvían a tomar al toro y recomenzaban la marcha.
También sé de leyendas. Dicen que en los plenilunios la indiecita Mapiripana, abanicándose con una hoja de palmera, pasa navegando por el río Orinoco en una concha de tortuga.
Hace muchos años llegó un misionero que quiso capturar a la indiecita Mapiripana. Escondido en la playa, la vio llegar con su vestido de telarañas. Siguió sus pasos y sin darse cuenta se fue internando en una caverna. Allí, en castigo, quedó encerrado muchos años. Un día logró fugarse por el río. La indiecita al saberlo puso piedras y creó los raudales. El río comenzó a bajar violentamente como por unos escalones. Al llegar al raudal de Maipures el misionero se atemorizó. Arrepentido regresó a la cueva. Allí encontró a Mapiripana columpiándose entre enredaderas florecidas. Ella lo perdonó y el dedicó el resto de su vida a la oración. Cuando murió se transformó en una mariposa de inmensas alas azules.
Cuentan que a los que mueren de fiebre en esa región, se les aparece la mariposa.
Hace muchos años llegó un misionero que quiso capturar a la indiecita Mapiripana. Escondido en la playa, la vio llegar con su vestido de telarañas. Siguió sus pasos y sin darse cuenta se fue internando en una caverna. Allí, en castigo, quedó encerrado muchos años. Un día logró fugarse por el río. La indiecita al saberlo puso piedras y creó los raudales. El río comenzó a bajar violentamente como por unos escalones. Al llegar al raudal de Maipures el misionero se atemorizó. Arrepentido regresó a la cueva. Allí encontró a Mapiripana columpiándose entre enredaderas florecidas. Ella lo perdonó y el dedicó el resto de su vida a la oración. Cuando murió se transformó en una mariposa de inmensas alas azules.
Cuentan que a los que mueren de fiebre en esa región, se les aparece la mariposa.
Y ahora me despido con esta copla:
"Sobre los Llanos la palma sobre la palma los cielos sobre caballo yo y sobre yo mi sombrero".
"Sobre los Llanos la palma sobre la palma los cielos sobre caballo yo y sobre yo mi sombrero".
Cruz, Marta Lucía de la; Instituto Colombiano de Antropología. Mejía, Lago Daniela; Instituto Colombiano de Antropología, Bogotá.1990